20091030

MANU & MATILDA por Manuel Felipe

Sonic Youth
La casa de Matilda tiene grietas. La primera que vi fue en una noche de sábado, fumábamos marihuana y nos causó mucha risa fijarnos en ello, moríamos por un toke y ella lo había conseguido con un amigo suyo que le dicen El filósofo.
–Ya sé quién es –contesté mientras ponchaba.
–Vivimos juntos un mes, fue de lo más loco –en su gesto se dibujó un halo de satisfacción al decirlo.
–¿Cogieron? –pregunté. Matilda me gusta.
–¿Qué preguntas son esas? Claro que cogimos, en la azotea, en el baño, en la cocina, en la hamaca, sobre todo en la hamaca –de nuevo hizo un gesto de satisfacción, lo cual ya era demasiado para mí. Se produjo un silencio como de un minuto, tiempo justo para terminar de forjar. Sugerí que pusiera algo de música mientras encendía el shubidaun.
–¿Te gusta Sonic Youth?
–¡Abuelas! –nos acostamos en la hamaca y fue entonces que notamos la primera grieta.

Gigante Rojo
Desde que la vi me atrajo, sobre todo por su obstinada fijación hacia el telón del teatro. Aproveché que traía mi cámara de video para grabar sus movimientos antes de que el concierto diera inicio, ella ni cuenta se dio.
–Lo veía inmenso, como un gigante que en cualquier momento se desplomaría y caería sobre mí, un gigante rojo, escondiendo a muchas personitas, quizá esas personitas pensaban lo mismo que yo, aunque no lo creo, la verdad no lo creo –respondió entre risas cuando le pregunté porqué observaba tanto el telón. Me pasó el toke, seguíamos viendo la grieta pero ya la risa había muerto. Lo que más me gusta de Sonic Youth –prosiguió– es que nunca me aburre, ¿a ti te aburre?
–No, pero hay canciones que no me gustan del todo.
–¿Cómo cuál?
– “Kill your idols”, por ejemplo.
–Va, a mi tampoco me gusta mucho esa rola. ¿Y cuál te late más?
–Hay varias, “Dirty boots”, “Sunday”, “Superstar”.
–Pero “Superstar” no es de ellos.
–Pero la tocan.
Ya sólo quedaba la bachita, le dimos un último jalón.

Casualidad
Una mañana nos encontramos, ambos íbamos para la escuela, pero como creemos mucho en las casualidades, supusimos que habernos topado tan temprano indicaba algo fuera de lo común. Concluimos en no ir a nuestras respectivas clases y lanzarnos a rolar. Tomamos un camión con destino a “La lengua de dios”, su playa favorita.

El Filósofo
–¿Y de dónde conoces al Filósofo? –preguntó sin quitarme la mirada, con los ojos abiertos a más no poder, en una expresión de fingida curiosidad.
–Suele llegar al Central Foro, nunca lo he tratado, una vez El vaquero le rompió la nariz –y soltó la carcajada, varias personas en el camión nos voltearon a ver. Yo, la verdad, tenía ganas de dormir un rato, en lo que llegábamos a la playa pero ella no dejaba de hablar, le encanta hablar, me platicó de cómo había conocido a El filósofo, cómo hacían el amor, las drogas que han consumido, y que antes de ir a la playa, iríamos a visitarlo. Quedé pasmado, a mí ese wey no me simpatiza y ni idea de que viviera cerca de la playa. Matilda me había emboscado. Antes de llegar a casa de El filósofo le pedí que primero fuéramos a la playa pero ella se opuso rotundamente.
El filósofo es un tipo como de uno noventa, de rastas, moreno y de buen parecido, sus prendas tienen que cargar a fuerzas los colores rastas, fuma marihuana demencialmente, “yo no soy rasta, sólo me gusta vestirme así, además me gusta meterme ácidos y todo lo que expanda mi conciente”. No lo reconocí, se había cortado el cabello, lo traía a rape, vestía bermuda negra hasta las pantorrillas, una playera negra que decía Anarchy y se había puesto unos aretes en nariz y ceja. Me pareció ridículo. Matilda y él se saludaron efusivamente, a mí sólo me quedó viendo y me dio diplomáticamente la mano. Pasamos a su casa, encendió un toke y nos invitó a estar en la azotea, al subir las escaleras vi una hamaca enganchada a la pared la cual supuse era la que provocaba ese gesto de satisfacción en Matilda. Una hamaca color verde.
–Acá está más chido, aprovechemos que está nublado. –La voz de El filósofo delataba que no había dejado de doparse en días, entre ratos se reía a la menor provocación, le pregunté si ahora era anarquista, me dijo que no, que el hecho de cargar escrito en la playera Anarchy no significara que lo fuera, “Sólo me gustó y punto”, contestó con cierto aire sarcástico.
–¿No que traías rastas, porqué te las cortaste? –inquirí, no solía provocar a la gente, pero El filósofo me cae en la madre.
–Tenía un chingo de calor, por eso me las corté –miró hacia el cielo, después de dar una bocanada, se dirigió a Matilda.
–Oye Matilda, ¿qué pedo con tu cuate? –ella se entretenía dibujando abstracciones en una libreta.
–Tenemos ganas de ir a la “Lengua de dios”, ¿Vienes con nosotros? –preguntó sin dejar de dibujar. Por fortuna no quiso venir.

La lengua de dios
Al irnos, El filósofo le dio un churrito a Matilda, ésta lo agradeció dándole un beso en los labios, provocando mi arrebato. Pasé a comprar unos cigarrillos. Ella sugirió comprar además unas cervezas. “Las guardo en mi mochila”. Me pareció genial. Nos sentamos en la escollera, hacía poco viento y el cielo ya no estaba nublado. Poco tengo qué decir sobre la playa y Matilda. Yo esperaba decirle: “me gustas” pero no me atreví y ella, encendiendo un cigarrillo propuso regresar a la ciudad.
–¿Quieres ser mi chamaca? –Le pregunté, como en juego. Pero era cierto. Ella me quedó mirando, con la ceja izquierda arqueada y haciendo el labio inferior hacia adelante. Antes de que respondiera, me adelanté:
–Jaja, te engañé. –y me sentí el ser más cobarde del mundo. Encendió otro cigarrillo, me tomó de la mano y dijo: “Vámonos, esta playa me aburre”.

De nuevo Sonic Youth
De regreso a la ciudad me invitó a pasar a su casa, fumarnos el regalo de El filósofo, escuchar Sonic Youth. Nos acostamos en la hamaca, una hamaca de colores. Acomodó su cabeza en mi pecho.
–¿Cuál es tu rola favorita de Sonic Youth? –le pregunté mientras sonaba “Sunday”.
–Muchas, pero la mejor es “Superstar”.